Skip to content Skip to main navigation Skip to footer

LAS COFRADÍAS EN EL SIGLO XVIII – PARTE I

Las Cofradías en el siglo XVIII y las referidas a Olmillos de Sasamón en contestación a la Orden Real de averiguación de las mismas de 1770

Isaac Rilova

Doctor en Geografía e Historia. UNED

La cofradía es la primera forma que aparece en la Edad Media recogiendo el espíritu cristiano de hermandad, bajo el impulso de la Iglesia y sus instituciones, parroquias, monasterios, etc., desempeñando en aquellos tiempos la función de la moderna seguridad social. 

     Las cofradías benéfico-religiosas se insinúan en nuestra península en el siglo XI, aunque aparecen plenamente en los siglos XII y XIII, desarrollándose plenamente a través de los siglos medievales y modernos.

            Su origen ha intentado buscarse en los antiguos collegia y solidaritates romanas, asociaciones de auxilio y cooperación social, y también en las guildas germánicas de defensa y asistencia mutua y asimismo en las cofradías gremiales, y la definición más precisa de cofradía sería la de asociación voluntaria de individuos unidos por el vínculo de caridad o hermandad, con un espíritu y finalidad originariamente religiosa y benéfica.

            Si el estudio de la beneficencia nos acerca al mundo del pobre, del enfermo, de la viuda y del huérfano, así como a las relaciones que se generan en el resto de la sociedad, tal vez sea la cofradía la manifestación más popular y exhaustiva de la respuesta de base social, en solidaridad, ante la pobreza y la precariedad, tanto corporal como espiritual.

El objetivo religioso-benéfico de las cofradías destaca por la obligación que tenían los cofrades de asistirse en caso de enfermedad y de muerte dando sepultura y ofreciendo sufragios por las almas de los fallecidos. Del mismo modo, la celebración anual de su fiesta patronal les unía en un acto religioso seguido de un ágape fraternal al estilo de las viejas guildas hanseáticas.

            La constitución de la cofradía era obra del sector social que intentaba formarla, el cual redactaba sus ordenanzas, recibía el juramento de todos los cofrades y la presentaba a la aprobación de la jerarquía eclesiástica, tras lo cual se ponía en funcionamiento. Los órganos directivos de las mismas eran, de manera general, unas autoridades superiores (abades, priores y mayordomos), en número de uno a tres según regiones o lugares; unos asesores de los mismos, a modo de junta de gobierno, y un cabildo general de cofrades, con funciones deliberantes, inspectoras, de elección de los anteriores cargos y de organización de actividades.

            Los ingresos de las cofradías, además del disfrute de los beneficios provenientes de sus bienes raíces y arrendamientos, consistían en las cotizaciones periódicas de los cofrades, en derramas realizadas en caso de necesidad y en las multas impuestas por la infracción de las ordenanzas.

            Celebraban la fiesta patronal con una misa y un banquete o colación, y estaban obligados los cofrades a asistir a los enfermos, velando las noches, a cuidar de la recepción de los últimos sacramentos y en caso de fallecimiento, de todo lo relativo a las exequias y sufragios.

            Como complemento a estos deberes de caridad, existían otros de tipo económico, verdaderos auxilios en caso de enfermedad, ayudas en caso de accidente, invalidez y vejez, dotación de doncellas pobres, huérfanas de cofrades, etc., y especialmente significativas en el mundo urbano son, también, las cofradías gremiales, que junto a la dimensión religiosa, tenían un componente profesional y reivindicativo muy fuerte, y las cofradías asistenciales, donde la labor benéfica, que existía en todas las cofradías en mayor o menor grado, alcanzaba una especial dimensión, ejerciéndose incluso fuera del ámbito de los cofrades, con objetivos como la asistencia a pobres y enfermos, mantenimiento de hospitales, entierros de pobres y condenados, asistencia a las cárceles, etc.

            No obstante las cofradías más frecuentes son las que podemos llamar devocionales, que tenían por objeto el culto a la Virgen, a los Santos, al Santísimo Sacramento o a las Ánimas benditas del Purgatorio; otro grupo importante eran las penitenciales, que conmemoraban la pasión y muerte de Jesucristo, perfiladas durante el siglo XVI y que tuvieron un notable desarrollo en los siglos siguientes y que han sido los de mayor pervivencia a lo largo del tiempo. El Concilio de Trento implica la revitalización de las cofradías, sobre todo de las que hacen hincapié en los dogmas especialmente atacados, como los relacionados con la Eucaristía (Santísimo Sacramento y Preciosa Sangre de Jesús), y otras relacionadas con el culto a la Virgen y a los Santos, sin obviar las populares de la Vera Cruz y de las Ánimas.

CONTINUARÁ …